Mi corazón no encuentra palabras

Hace tiempo no escribo, y no porque no tenga nada acerca de qué escribir, sino porque quiénes leen y escriben saben que no es sólo un trabajo de la mente, sino del corazón. Bueno, así debería de ser todo… Pensé escribir acerca de la definición de éxito desde la perspectiva del mundo versus la perspectiva bíblica; el título de la entrada sería De cuadros de honor y Filipenses 3, o algo así. Pensé escribir acerca de mi travesía por el acalorado debate del rol de la mujer en el ministerio y cómo me ha afectado -positiva y negativamente. Quizás podría escribir acerca del reto inmenso al cual la Iglesia se está enfrentando: la iglesia moderna apartándose de lo cristocéntrico y abrazando una visión totalmente antropocéntrica – y díganmelo luego de mi visita a un lugar donde sólo cantaron un himno que hablaba acerca de Dios en todo el servicio (espiritualmente convulsé). Pero hay momentos para guardar silencio y hay momentos para hablar. En este momento mis inquietudes no encuentran palabras… Soy incapaz de verbalizarlas. No sólo cantamos con la mente, sino con el corazón. No sólo enseñamos con la mente, sino con el corazón. No sólo escribimos con la mente, sino con el corazón. Y si la mente y el corazón no encuentran las palabras, entonces permitamos que llegue el momento que se encuentren y juntos escriban lo justo y necesario. El silencio es acertado, no siempre incómodo, sino muchas veces bienvenido.

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