Cuando no encajas en la expresión de fe de tus padres

“Yo sé que no soy la mujer que ustedes quisieran que fuera.”

Yo crecí asistiendo a una pequeña iglesia, relativamente rural (porque eso de la ruralidad tiene grados), carismática, de pocos recursos monetarios, pero con muchos recursos humanos excelentes, con un querido pastor, y una teología denominacional legalista. Mi estatus espiritual era medido en base a mi obediencia de ciertas reglas como no pintarme el cabello y las uñas; no utilizar maquillaje, pantallas, ni collares; no vestir pantalones; y no exponer mis hombros y cuello (i. e. No utilizar tops o trajes de tirilla ni off-the-shoulder). Estas reglas están basadas en aplicaciones interpretativas de pasajes como Mateo 5:36, 1 Timoteo 2:9-10, y Deuteronomio 22:5, y en la creencia social machista de que la mujer es responsable (léase culpable) de la lujuria que los hombres sientan hacia ella. Yo era más o menos buena siguiendo esas reglas, y mi pastor era lo suficientemente flexible como para que mis desviaciones no se volvieran un gran issue.

Mis padres no asistían a la iglesia conmigo, sino que mis tíos y tías me llevaban. Ellos tenían su propio historial con la iglesia, pero a mis 19 años se volvieron miembros (o en el lingo cristiano, “se reconciliaron con el Señor”). A ese punto ya yo había trabajado como líder en varios comités y proyectos, estaba estudiando teología en el instituto bíblico del concilio, y facilitando los estudios bíblicos para los jóvenes y, ocasionalmente, para los adultos en mi iglesia. Sin embargo, a ese punto también había visto a muchos de mis amigos y familiares jóvenes dejar de ir al templo, sentirse malentendidos y sin respuestas a sus preguntas acerca de la fe y la vida. A veces, abuelas me pedían que hablara con sus nietos porque, quizás, si una persona más joven les hablaba, ellos escucharían y vendrían de vuelta.

En el 2014 me moví a una iglesia que describo como bauticostal, y que mi previa comunidad de fe no dudaría en llamar “liberal.” En el 2015 me mudé a Illinois para proseguir estudios graduados en teología cristiana (aunque cuando la gente me pregunta qué estudio, siempre digo religión porque creo que es más fácil de entender). Y con la mudanza de país también vino una búsqueda de nueva iglesia, lo cual drenó cada célula de mi ser. En el proceso de esa búsqueda el año eleccionario llegó a su pináculo, y 80% de los evangélicos blancos que votaron decidieron que sacrificarían los cuerpos de comunidades minoritarias en el altar de su partido. Y el sacrificio aún continúa este año. Mientras hay niños y niñas siendo separados de sus padres en la frontera para ser puestos en jaulas, el apoyo de evangélicos blancos en Estados Unidos está en su punto más alto.

Mis experiencias con el racismo y el machismo dentro y fuera del seminario; mi continua lectura de libros escritos por nuestros teólogos latinoamericanos de liberación; mis relaciones con personas afroamericanas, africanas, asiáticas, blancas, y australianas; y mi exposición al trabajo de líderes de la iglesia en África, Asia, y comunidades minoritarias en Estados Unidos han transformado mi visión del mundo, la vida, la fe, y la iglesia.

El mensaje de Jesús no era solo un mensaje acerca de vida después de la muerte, sino que también era un mensaje de vida en esta vida. Mi expresión de fe habla en contra del racismo, la misoginia, la deshumanización, la explotación económica, y la corrupción política. Mi expresión de fe me ha llevado a buscar una iglesia que no esté casada con partidos políticos a cambio de influencia social y legislativa. Mi expresión de fe viste high-waisted pants y crop tops, blackest black eye liner, y red lipstick. Mi expresión de fe le da una calurosa bienvenida a la duda y las preguntas de aquellos que nos encontramos en esta travesía. Mi fe no es solamente acerca del alma, sino que es también acerca del cuerpo y del orden creado. Mi expresión de fe es, en las palabras de la teóloga argentina Nancy E. Bedford, “una forma de vivir la fe cristiana que aprecia, alienta y empodera a las mujeres –y junto con ellas a los varones- buscando fomentar una vida abundante para toda la creación.”[1]

Mi padre y algunos miembros de mi familia resienten mi maquillaje, mi ropa “de no cristiana,” ciertas posturas que tomo, los increíbles tatuajes de ciertas personas, los pantalones cortos de otras, y un montón de cosas más. Simultáneamente, temas como violencia doméstica, el feminicidio, etc. son relegados a planos de menor importancia. Y mientras tanto, yo creo que hay algunas personas que no han necesariamente “abandonado la fe,” sino que las comunidades de fe donde se encontraban aunque prometieron aceptación, no proveyeron espacio para sus dudas, preguntas, y cuerpos. Yo no encajo con la expresión de fe de mi padre y de concilios enteros, pero eso no quiere decir que no soy bienvenida por el Señor de la fe.

 


[1] Beford, Nancy E., La porfía de la resurrección: Ensayos desde el feminismo teológico latinoamericano (Argentina: Ediciones Kairós, 2008), 14.

3 thoughts on “Cuando no encajas en la expresión de fe de tus padres

  1. Muy interesante el blog. Me parece que este sentir va acorde con el sentir de cientos, sino miles de jóvenes que confrontan su fe a causa de las ambiguedades que con el paso de los tiempo vamos descubriendo en nuestra instrospección y análisis de la fe. Estoy precisamente desarrollando un tema para un Blog en el que colaboro que va en acorde (en parte) con lo expuesto aquí. Dtb. ¡Adelante!

  2. Me siento tan identificada con tus palabras y tu historia…sigo en la misma iglesia; pero definitivamente no comparto su visión tan conservadora. Y hay voy desentonando y desencajado..

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